martes, 14 de julio de 2015

Bocinas

Por alguna razón, las bocinas de los vehículos en la Ciudad funcionan mal. En realidad no es que no se sepa la razón, sino que se figuran varias. 
Dicen que podría haber empezado una noche en que un conductor aburrido que esperaba el semáforo, tocó bocina a lo loco emocionado al ver a una bruja cruzar el cielo en escoba. Tanto bocinazo injustificado ofendió a la bruja, y entonces puteó al conductor y lanzó esta maldición endiablada sobre la Ciudad. 
Se supone que es desde ese día que las bocinas no funcionan como quieren sus usuarios. O no suenan o suenan sin que nadie las toque, o suenan demasiado fuerte y aturde al tránsito, a veces provocando más choques, o suenan como el grito de una película de terror, o suenan imitando el ritmo de alguna canción de cancha, o incluso a veces pareciera que las bocinas conversan entre sí.

Otros hablan de una gran familia de mecánicos rusos que, hace muchos años, en una noche de borracheras, quisieron fastidiar a la Ciudad entera, así que arruinaron las bocinas de todos los autos habidos y por haber. 
La mayoría que escucha esta historia no puede estar de acuerdo con la hipérbole del "habidos y por haber", y en muchos bares, éste es un tema de discusión muy recurrente entre los que ya van por la segunda ronda. Que cómo un pequeñito grupito de personas va a hacer tremenda operación en una sola noche, que encima estaban borrachos borrachos, que sí, que la historia es una tontería, que no explica por qué andan mal las bocinas de hasta los turistas, que no escuchaste, que la historia dice "los autos habidos y por haber", que o sea son también los que vienen después, que vos te pensás que los mecánicos estos están todas las noches jodiendo las bocinas de los demás autos , que puede ser, que por qué no, que eso es chamuyo chabón, que más chamuyo serás vos, que qué te pasa a vos, que encima eran rusos los boludos, que qué tiene que ver, que eso es discriminación, que yo soy un cuarto ruso flaco, que qué te pasa, que ya está, que tranquilícense todos, que qué te pasa a vos, que piña que va, que piña que viene...

En una oportunidad, llegaron a la Ciudad uno de esos programas de lo paranormal. Querían saber si el rumor de las bocinas era cierto, y querían comprobar fehacientemente la razón del fenómeno. La gente por la calle les preguntaba cómo iba la investigación, y ellos contestaban que tal vez fuerzas inteligentes no-humanas ni terrestres ni comprobables podrían estar detrás de todo esto. Algunas personas se sorprendían, se sacaban fotos con ellos; otros los mandaba a lavar platos.
Lamentablemente, no lograron investigar nada porque a un taxista apurado no le funcionó la bocina y los atropelló. Por suerte las ambulancias llegaron pronto (porque las sirenas sí funcionan bien). Estuvieron en el hospital algún tiempo y apenas se recuperaron, tomaron sus cosas y se fueron.

La gente de la Ciudad ya está acostumbrada al problema de las bocinas, por lo que tienen un especial cuidado al cruzar alguna calle. El mayor problema ahora es cuando a veces, ya entrada la noche y pocos están conduciendo, la mayoría de los vehículos que están estacionados en los cordones o en los garages comienzan a sonar sus bocinas, haciendo a los perros ladrar, despertando a todos los barrios. Dicen que esto pasa cuando la bruja que lanzó aquella maldición vuelve a cruzar los cielos de la Ciudad, y se divierte a carcajadas desde su escoba.
Mi mamá me contó que una noche de verano esa bruja la ayudó a colgar la ropa. Me contó que se lo dijo, pero no recuerda su nombre.