sábado, 16 de mayo de 2015

El olvido de los dioses

Lanzas de dioses olvidados rajan el cielo de dioses olvidados.
Y más allá, en el rincón más recóndito del Infierno, un acólito del diablo llora al descubrir que el diablo siempre fue él.
Y es como la pena mía, como cargar un gran espejo sobre mi espalda. Y dios no me ve. Ve una nube.
Es que el otro día pensaba en amar y en cómo se vería la lluvia en otro lugar que no sea este. Sin el tiempo, sin la obligación que tiene de caer. Me imaginé flotando rodeado de la lluvia. Y pensé mirando alrededor, qué tristeza la infinidad donde no llueve.
Les juro que por esto estoy muriendo. Estoy a punto. Y la vida no tiene intención de pasar delante de mis ojos. No. Se va por atrás y con miedo. O tal vez es la vida la que me mira y no yo a ella. Y me mira como se mira la luna a través del esqueleto de un edificio.
Yo estaba en un colectivo cuando supe que no iba a poder escribir esto nunca. No porque no tuviera lápiz. Sino porque no significaba nada. Porque el colectivo siguió incrustándose en la pared, y los vidrios estallaron sin importarles.
Les juro que por esto estoy muriendo. Que no sé lo que escribo cuando escribo. Y esa idea suele gustarme. Si alguien lo descubriera, por favor, no me lo diga.

Y pienso: qué tristeza la infinidad donde no llueve.

Los que habitan las sillas vacías

Los vemos constantemente. En nuestras casas, en las salas de espera, en las plazas, en las escuelas, en los colectivos, en las fiestas, en las bibliotecas, en las pizzerias, en las estaciones de tren. Mi mamá una vez me habló de los que habitan las sillas vacías. Me dijo que ella, cada vez que se sienta en alguna silla, le agradece al aire, porque sabe que alguien le está cediendo el lugar. Me dijo que no le crea a nadie que me diga que son fantasmas. Que no le crea a nadie que me diga que los fantasmas no existen, ni que tampoco la soledad.
Los vi. Creo que nadie no los vio nunca. Y me entristecen mucho estos seres, así de solos, así de inexistentes, que se sientan en sillas para ser algo, para no desaparecer. Cumplir la fantasía de ser.
A lo mejor se sientan a esperar.
A lo mejor se sientan a llorar un poco.