sábado, 22 de noviembre de 2014

La Fábrica de Promesas

CASO #28

Prometí algo un día, pero no recuerdo qué fue. No me gusta romper mis promesas, mi mamá me enseñó que no se deben romper porque podés tener problemas con los de la Fábrica de Promesas. Por eso tengo miedo. Yo sé que está a unos kilómetros de la Ciudad, y que ahí hay cientos de ingenieros y obreros de la abstracción que diseñan y construyen todas las promesas que realizamos. Tienen muchos altibajos en su manufactura: hay temporadas en las que logran que hagamos promesas de lo más originales y profundas tales como "Prometo no volver a ponerme los calzoncillos amarillos abajo de la malla blanca", "Cuando tenga un perro le voy a poner Platón para escribir "Platón" en su platón de comida. Vas a ver, te lo prometo", "Te prometo que uno de estos días agarro a mi vieja, la subo a un avión y le pago las vacaciones" o "Prometo que desde mañana voy a estudiar todas las mañanas"; y hay veces en que nos salen sólo promesas estúpidas como "Mañana me inscribo como astronauta y te traigo esa estrella, te lo prometo", "Prometo no bailar nunca más borracho ni beber mientras bailo", "Prometo que desde mañana voy a estudiar todas las mañanas".
Me acuerdo que hace varios años un chico les había hecho un juicio porque le prometió a su novia una de esas promesas estúpidas (algo relacionado con cortarse el pelo, algo por el estilo) y como no la cumplió, la chica le cortó. No el pelo, la relación, quiero decir. Técnicamente, no fue culpa de él prometer algo tan estúpido, así que sólo por la furia de la situación inició acciones legales contra la Fábrica de Promesas. La Fábrica perdió el juicio y tuvo que indemnizar al chico por varios millones. Estuvo cerca de la quiebra incluso. Todo esto salió en el diario, me acuerdo. Pero fue por la época en que todos decían que Clarín mentía, por lo que nadie creyó la noticia, y todos siguieron prometiendo como si nada. Fue un error.
Luego de recuperarse del juicio, la Fábrica de Promesas comenzó a contratar agentes especiales que se encargasen de que las personas cumplieran las promesas que realizaran. Entonces, de un año al otro, la Ciudad se llenó de Agentes de Promesas que se paraban con sus sombreros en esquinas donde estadísticamente se realizaban más promesas. Cada vez que un Agente escuchaba una promesa, anotaba la promesa en una libreta y comenzaba a seguir al prometedor. Lo seguía todo lo necesario hasta verificar que haya realizado su promesa, y si veía que el prometedor estaba a punto de romperla, lo impedía del modo que fuese. Esto podía durar la vida, como duran algunas promesas. La vida del prometedor o la del Agente. Si el primero moría, el Agente tachaba la promesa en su libreta e iba en búsqueda de otro prometedor; si el Agente moría, otro ocuparía su lugar.
Muchos se han quejado de sus métodos, ya que pueden ser muy extremos. Por ejemplo, un amigo me contó que su abuelo había prometido nunca más ver un partido de River, y en el último superclásico se le antojo verlo, pero justo cuando estaba cambiando de canal un disparo atravesó la ventana y destruyó el televisor. Del edificio del frente un Agente de Promesas se acomodaba el sombrero. Pero esas quejas son de aquellos que no saben lo que realmente esta sucediendo hoy en la Ciudad. He escuchado casos en los que llegan a matar al prometedor que no cumplió alguna promesa muy importante. Son muchas las muertes sin resolver de las que se sospecha de los Agentes de Promesas. Hoy la gente vive con miedo de prometer cosas.
Antes de implementar la idea de los Agentes, la Fábrica había reformulado su política y reglamentación, que fue firmada y abalada por los correspondientes funcionarios y burócratas, pero fue todo tan sutil aquello, que nadie se esperaba la vigilancia y amenaza perpetua de los Agentes. También, está la cuestión de que la sociedad de los Agentes funciona de forma aislada y autónoma, no tiene relación legal con la Fábrica. No existe, no se ve, nadie conoce nada. Funcionan más bien como una mafia organizada en dos bloques, aunque nadie sabe muy bien cómo es que lucran estas personas. Lo que sí se sabe es que los Agentes son peligrosos, pero la Justicia por alguna razón que no comprendo está maniatada además de ciega. A lo mejor también prometió cosas.
Yo sé que prometí algo un día, pero no recuerdo qué fue. Y últimamente vivo en la duda y el miedo. Ando en mi vida pensando que en cualquier momento podría estar rompiendo la promesa sin saberlo y que aparecerán los Agentes. No sé si fue una promesa importante o una estúpida, no sé nada de eso. Temo que lleguen. Podrían estar ahora detrás de mi puerta, esperando el momento para tirarla abajo, o apuntándome a través de la ventana desde algún edificio. De todas formas, no creo ser tan importante como para eso. Esta entrada al blog no cambiará al mundo ni destruirá la mafia de la Fábrica de Promesas y sus Agentes. No soy ningún radical, sólo alguien que hace de las verdades una ficci


* Dejé este archivo de texto tal cual lo recuperé de la computadora de un amigo hace un par de meses, luego de que lo hayan asesinado en su departamento. Le dispararon a través de la ventana y murió frente a la computadora mientras lo escribía. Todos saben qué sucedió. Quiénes lo hicieron. Este es el caso #28. Y como en todos, no queda ninguna pista ni huella que seguir. Sólo el cadáver y el miedo. La gente vive con miedo de prometer cosas. Y yo, vivo con la culpa de haberle hecho prometer, hace muchos años, cuando todavía esto no era un caos invisible, que nunca escribiría sobre mi trabajo.

Pared

- Cerrá los ojos y vení conmigo.
Sin miedo los cierro y la tomo de la mano. La oscuridad de mis ojos se metamorfosea en la oscuridad del mundo. Mis pasos intentan seguir los suyos que los guía, pero la realidad es que podría estar solo. Solo en el mundo oscuro, siguiendo sólo ruido, los ecos de sus pasos ya dado un millón de veces antes. Podría estar sosteniendo una mano fantasma y tampoco lo sabría, pero fantasma o no, sé que existe, yo la siento fría y sólida, me guía por el pasillo hacia el silencio último de todos los pasillos y puertas.
Con la otra mano puedo rozar la pared, retazos y fragmentos de sonrisas, una pared que aun sin mirarla estaba sin pintar, un rincón del aire que tampoco conocí, una lágrima indecisa en el ojo, un despertar de pesadilla. Siento la pared más cerca y más fría, cada vez más cerca. La mano que me guía aprieta más fría y más fuerte, cada vez más fría. Mis pasos siguen avanzando pero como si no hubiera habido uno anterior. El suelo desaparece luego de tocarlo porque no lo siento, cada paso se esfuma en lo negro porque nadie los ve ni los oye. Siento la pared más cerca, ya no tengo casi que estirar el brazo para tocarla. Está más fría, más cerca, como la mano que me guía.
Sigo rozando fragmentos con la mano, pero ya no es la mano que pudo haberlos tocado o que los tocó alguna vez. Siento la pared más cerca. El pasillo ya casi se cierra. Puedo sentirlo en el aire que no tengo y que tampoco me falta. La mano fría me aprieta más fuerte pero no me duele. Sí, ya sé. No falta mucho. Quiero abrir los ojos y ver algo, aunque sea oscuridad, pero verla. Ver la oscuridad, como cuando abrimos los ojos antes de despertar. Pero dijo que cerrara los ojos, tengo miedo de que me suelte. La mano está más fría, me aprieta más fuerte y no me suelta.
Mi otra mano ya no puede tocar nada más. Todas las imágenes se comprimen en mi cuerpo y me aplastan. La pared me aplasta, sin dolor, y la mano fría tironea en sus últimos intentos. Sí, ya sé. No falta mucho. Pero mis pasos ya no pueden seguir a nadie. Enloquecieron al no escuchar sus propios ecos y se desvanecieron en ellos mismos. Creo que podría estar pasándome lo mismo a mí. Tengo frío.
La pared cerró el pasillo. 
Ya no hay pasillo. Ahora es pared. Creo que estoy dentro. Y la mano fría me sigue sosteniendo la mano fría. Me tranquiliza con una caricia de huesos. Mi otra mano está libre ahora, pero tampoco ve, ya no hay nada ni algo que ver. No toca ni el aire que no hay. Podría tocar la nada pero tampoco existe. Esto es lo Concreto. Sé que si abriera los ojos, tampoco vería. Aquí en sus huecos ver no existe. La mano fría me acaricia huesuda.
- No abras los ojos, que ya llegamos.