martes, 15 de julio de 2014

Burocracia infernal

Es curioso cómo todos los religiosos y los libros hablan del Infierno, de cómo las almas pecadoras serán atormentadas, pero no cuentan todo el tramiteo previo que hay que hacer para ingresar y finalmente comenzar a sufrir. El Diablo, así como todos se lo imaginan, es alguien muy organizado y riguroso: siempre calculador en sus ofertas, recto en sus contratos, que una firma aquí, un rasguño de uña allá, un poco de sangre del dedo medio acá y ya está. Se dice que sólo por diversión estudió Administración de Empresas en una universidad francesa el siglo pasado y que ahora es dueño de algunas multinacionales, pero el Infierno fue desde siempre un infierno burocrático. Algunas lenguas rápidas aseguran que también Max Weber era el Diablo en realidad.
En fin, las personas mueren. Sus cuerpos comienzan a desaparecer bajo la tierra, el fuego o el olvido. Si el Diablo las reclama, las almas descienden hasta sus dominios y aparecen en una inmensa habitación blanca, tal vez sea gris, donde otras miles de almas hacen una fila recta. Hay un pequeño cartel que dice "Saque numerito y haga la fila". El papel con el numerito arde sin consumirse, y como no existen los bolsillos allí abajo, las almas son torturadas con una levedad maléfica mientras esperan.
De vez en cuando se ven pasar seres grises sin forma precisa, como los restos de la sombra de un fantasma. Deambulan con un sentido misterioso a lo largo de la fila, observando con sus caras vacías a las almas. A veces se les da por molestarlas y se ponen a conversar entre sí gritando, o se paran demasiado innecesariamente cerca, y se rascan y tocen, o siguen deambulando por ahí como diciendo "Miren, nosotros podemos ir adonde queramos y ustedes no".
A diferencia de lo que creen algunos, existe la temporalidad allí abajo, sólo que de forma irracional, incomprensible. Los minutos y los años podrían ser la misma cosa dependiendo de un factor que no se puede descubrir. El único reloj que hay, en una pared lateral demasiado lejos como para verlo bien, es una mentira. El Diablo lo puso ahí porque le pareció gracioso.
Puede suceder que un alma esté llegando al escritorio al final de la fila y de repente, por un capricho del tiempo, vuelve a encontrarse en el fondo, atrás del todo. La mente se encuentra en una constante inestabilidad nula insoportable. No hay nada en qué pensar o ver de verdad. Sólo la fila y su final. Y los numeritos siguen ardiendo.
Cuando se llega al escritorio, hay uno de esos entes grises sin rostro o forma que pide el numerito. A veces dice que el numerito está mal y manda a las almas al comienzo de la fila. Otras, dice que tienen que esperar un momento mientras hace nada con su cara de nada. Otras veces pide nombre, fecha de nacimiento, cantidad de hijos y amantes, religión, datos del padre, de la madre, si se tiene conocimiento de algún pacto o contrato que éstos hayan realizado con el Diablo, si se tiene conocimiento de algún pacto o contrato que cualquier otro miembro de la familia haya realizado con el Diablo, posesiones materiales que se dejaron, y un etcétera muy grande. Si todo está en orden (de lo contrario, al fondo de la fila de nuevo), el ente gris les da un formulario con una larguísima y absurda lista de pecados en la que se debe marcar con una cruz aquellos cometidos. Al terminar, el ente compara y verifica con una lista propia que el alma en cuestión haya dicho la verdad (de lo contrario, al fondo de la fila de nuevo).
Si el alma efectivamente marcó todos los pecados que cometió en vida, el ente se deja poseer por la violencia de los sellos y biromes. Golpea y garabatea con fuerza el formulario y lo guarda en un cajón. Luego, con un "Muchas gracias" y un "Bienvenido al Infierno", le indica al alma la puerta roja en la pared del fondo detrás del escritorio, que es la misma que hay en la otra punta de la habitación, al principio de la fila, sólo que nadie la vio o ya nadie se acuerda en ese punto.

viernes, 11 de julio de 2014

Los Buscadores de Tristezas

Suele existir, generación en generación, un grupo de personas a los que se les llama Buscadores de Tristezas. La gente sin dos dedos de frente se los confunde con los masoquistas, pero en realidad son personas muy distintas, es más, los Buscadores de Tristezas detestan a los masoquistas. Éstos obtienen disfrute de la tristeza y el dolor. Los Buscadores de Tristezas no obtienen disfrute alguno en sus días, sólo creen desde el fondo de su alma que el sentimiento más verdadero y digno, después de la nulidad, es la tristeza. Sostienen que la felicidad y demás abstracciones de diccionario son cosa ficticia y que para vivir en el mundo real hay que alejarse lo más posible de todo eso. "La vida sólo nos llama para ser tristes", suelen repetir y repetirse.
Así, los Buscadores de Tristezas van por las calles esperando que la pesadumbre caiga con la lluvia o desde algún edificio. La mayoría de ellos prefieren vivir solos en departamentos pequeños de cuarto piso, sin muchas cosas que observar, con una sola ventana que no deje ver más que una pared y con pasillos llenos de ecos. 
Elijen también visitar solos cafés y restaurantes. Se sientan en un rincón, piden algo al mozo, se ponen a extrañar a alguien, no suelen terminar de comer nada de lo que pidieron y se van luego de unas horas. Otros Buscadores más experimentados saben que para mayor tristeza es mejor vivir e ir a comer acompañado, pero sintiéndose solo de todas formas.
Todos leen el diario lo más que pueden. Esperan encontrar alguna noticia absurda, notablemente triste, de grito sangriento y objetivo. Por eso siempre los ves caminando con un diario bajo el brazo, aunque también siempre llevan consigo objetos de gran valor sentimental, como libros, cartas, fotos y sombreros, con intención de que un día se les pierda sin saber dónde.
Ven películas tontamente tristes, pasan solos las fiestas, trabajan por un dinero que no les alcanza, no asisten a funerales porque buscan la tristeza de no haberse despedido de nadie, escriben por costumbre y por odio, hacen largas filas de burocracia sin esperanza alguna, caminan sin levantar la mirada del suelo.
Los que llevan mucho tiempo en esto, suelen ir a bares a angustiarse bajo un copa de alcohol y conocer a alguien. Buscan a alguien que pueda quererlos y que ellos puedan querer. Llegan a quererse y después se alejan sin explicaciones, para que duela más. Sólo buscan la tristeza propia, no causarla a los demás, por eso, cuando se dan estas situaciones, se ponen más tristes aún.
A veces los Buscadores de Tristezas deciden suicidarse. Pero en secreto. Sin escándalo, ni últimas palabras. Se suicidan naturalmente, acostándose en sus camas frías, sin sombras en los ojos, respirando sus latidos cada vez más lentos y solos. El resto de los Buscadores de Tristezas sienten pena, admiración, y se entristecen mucho. Pero nadie asiste a los funerales. Y a veces nadie se acuerda del cajón o de lo que hay dentro.

jueves, 3 de julio de 2014

Temor (III)

El silencio tampoco dijo nada por unos segundos.
Hasta que dijo:
- ¿Ya pensaste cómo se llamaría tu película?
- Podría ser la continuación de la tuya... Incluso podría ser la misma.
- Es verdad. Pero sólo una tendría éxito. La otra sería plagio.
- Podríamos ser una sola película. Cortita.
- Pierde fuerza. Deben ser dos por separado. Temo que con un mismo final.
- ¿Y cómo es ese final? -
- Con alguien yéndose. -
- Con todos yéndose. -
- Sin rincones en los bolsillos. -
- ¿Y cuándo termina? -
- Cuando todos se vayan. -
- Y las palabras ya no insistan. -
- ¿Y quién se queda? -
- Nosotros no. -


Escena 9. Toma 1.
Unos pasos caminando sobre algunas hojas especialmente secas. No quieren saber nada con el fuego ni con el llanto, sólo con pasear. Caminar un viaje cualquiera pero lejos por favor lejos. Lejos. Temen volver antes de estar lejos. Incluso de esas hojas secas.
Lejos, por favor, lejos. Donde no se sepa del temor, tampoco del tiempo.

Escena 2. Toma 1.
Un fantasma solo en su casa sola. Se pasea por los pasillos y habitaciones, viéndolos vaciarse y oscurecerse más y más. El silencio le recuerda una canción que nunca sonó.
El fantasma teme recordar que aún está vivo.

Escena 7. Toma 1.
Una niña temblando en las sábanas. No tengas miedo, le dice él. El monstruo no te hará nada si yo estoy cerca, linda... Acercáte, más... Más cerca, linda, vení... Ella lo hace porque de noche le teme al monstruo de abajo de la cama.
Me temo que no sabe que el monstruo es el que mete entre sus sábanas.

Escena 16. Toma 1.
Un poema que no existe sobre un página en blanco. Algunos temen un día encontrarlo en algún libro. Otros saben que no sucederá, que nadie se atreverá a escribirlo.
El poema sólo teme dejar de ser poema.

Escena 19. Toma 1.
Una sombra luchando contra el viento del muro. La tiene bien agarrada, la ata cada vez más fuerte en los ladrillos grises. El viento no la dejará escapar. La hará sangrar negra y largas horas de la tarde. Sus intentos serán vanos y su tristeza eterna.
La sombra le teme al muro. Teme dudar existir.

Escena 17. Toma 1.
Un abrazo que por desahogo no quiere desarmarse. Los pechos entrelazados se sueñan desnudos en el latido del otro. Las luces se les apagaron hace unas noches, y las persianas siempre estuvieron cerradas. La puerta siempre se sugirió abierta. Ellos no lo saben.
El abrazo teme que las luces se prendan.

Escena 25. Toma 1.
Un reflejo en el espejo de los ojos rotos. Están empañados y poco pueden ver. El reflejo teme hundirse en ese lagrimeo también roto, pero el roto es él mismo. Chau, dice, y el reflejo desaparece de esos ojos, que ahora lloran enteramente.
El roto es siempre el que se va.

- El temor es siempre el que se queda. -