miércoles, 29 de octubre de 2014

En este haiku / Confieso que siempre fui / Mentiroso. (IV)

Desaparezco
Cuando el poeta ciego
Decide verme.

Un día contáme
Sobre aquella máscara
Que juraste ser.

En el silencio
Renacen otros rostros
Ya olvidados.

¿Dónde esconderse
Durante las ráfagas
De nuestro olvido?

Mi mente insiste
En fotografiar cosas
Que yo no lloré.

Memoria muerta. 
La esquina sin ecos.
La calle sin voz.

En mi memoria
Permanece tu sombra.
Vos ya te fuiste.

Todo nos miente.
Desconfiar es la clave...
(des)Confía en mí.

Negra la tumba
De mis antepasados.
Ya no hay flores.

Ayer un nene
Dormía en la vereda.
Hoy llueve mucho.

Son ya dibujos.
Naturaleza muerta
De otras veredas.

Si llego a dormir
Y tu sombra me abraza
Yo abrazaré sueños.

Es en tu canto
Que encuentro la mejor
Canción de cuna.

Siempre me encontré
En un beso que tu piel
Me da dormida.

Cien años después
Yo seguiré esperando
Un latido más.

martes, 28 de octubre de 2014

De donde vienen las sombras

La construcción de un otro siempre será secreta. Como secreto de espejos, sucedemos en los momentos en que nadie nos ve, y ahí es cuando morimos un poco. Angustia en el desgarro del otro lado de la piel, del otro lado de la carne y de los ojos. En cada rincón sucede el terremoto, y la sangre de la vida que nace detrás del hueso nos llena. Nos ahoga. 
La sangre nos está ahogando. 
La sangre nos está ahogando. 
La sangre nos está ahogando. 
Nos está ahogando. 
La sangre nos está ahogando y no es la nuestra. No. Es del otro que nace cuando nuestra sangre ya prefiere no ser sangre, y ser fuego. Y los huecos de la Muerte prefieren pasarnos de largo para que nos ahoguemos un poco más.
La sangre se drena por algún suspirar, y veces sucede que nos ahogamos de suspiros también. Pero el otro no nacerá en nosotros. No podemos morir enteros. El creador de los espejos nos ha robado ese derecho. Los únicos que mueren, son los vivos. Los únicos que nacen, son lo muertos. Y nacen sin cesar, de algún lado del espejo, aquel en el que nosotros no estamos. Susurré que estamos en el medio. El cristal nos parte al medio, y aun así, no nos desfigura. En ese segundo, la sombra es la que se alarga en paralelo, porque es la única que comprende la maquinaria del espejo que siempre será secreta.
El mundo podría caber en esa línea de cristal.

Escribir esto es inútil.
Mi mayor pecado es decir esto con el mayor sentido literal. Un libro me grita que hay metáforas más reales que las personas que pasan por la calle.

viernes, 10 de octubre de 2014

...Y los sueños, sueños son

Un principal problema con la vida como única forma de vida, después del problema que sugiere vivirla, es que cuesta creerle. Todo miente. Todo miente diciéndonos verdades a la cara, cachetada tras cachetada imaginaria. Cuando no puedo existir es el momento en que precisamente en algún rincón existo. Todo nos miente. Pero no hay que pensar en eso. Hay una puerta trasera del universo que siempre nos será oculta y hay un gran misterio que sabemos bien, pero que nunca descubriremos. Lo cubierto nos tranquiliza. Lo vedado nos atrae. Nos atrapa lo que se insinúa y se sospecha, pero no esa carne otra que es... 
No quiero (no sé) completar la frase.

Tal vez, en el último segundo, surge algo desde lo más latente del alma y las novias no quieren que se les quite el velo delante de la cara. A veces sueño que el mundo tiene un enorme velo de novia en la cara y que las personas ven todo como si pudiera ser real. Después se dan cuenta que ellos son sólo producto de mi sueño y me matan. Entonces despierto y apago el despertador. Voy sin abrir los ojos hasta la cocina porque me gusta el trayecto familiar y frío del departamento. Me preparo café y lo tomo hasta la mitad. Me visto sin intención y me calzo el sombrero. Salgo al pasillo y cierro la puerta. Recién en el espejo del ascensor me doy cuenta que yo no tomo café. Y despierto con el beso soñado de alguien, y me abraza y siento que la abrazo, hasta que sale del armario un cuervo gigante que nos come a ambos. Y despierto otra vez y tengo una vida tan conocida y real como la anterior, que se siente tan real como un sueño en el que te asesinan. Y vuelvo a despertar. Y nos pasamos la vida despertando de sueños.
Apúrense a leer esto antes de que despierten. O tal vez quieran hacer algo más interesante como volar un momento. Pero si leen esto, y me encuentran por la calle, agárrenme por la espalda y tirenme debajo de un colectivo. O si prefieren, dispárenme en la frente. Yo los entenderé, porque los estoy soñando. Y no ser real es bastante injusto.

sábado, 4 de octubre de 2014

Un pacto fáustico (II)

Mandinga se escurrió por uno de los inodoros del baño de la estación. Se acercó, transformado en un viejito con boina roja y bastón, a un joven que esperaba algún micro con valijas en los pies y cara triste. Se sentó a su lado.
- Todas las sombras pueden alcanzarte, pibe - dijo- Lo que hacés es tonto.
- Sí. Ya sé. Pero la Ciudad se me construye enorme a cada paso, no puedo quedarme. Todo me dice que huya.
- ¿Y qué le tenés miedo?
- A no volver. Temo convencerme tanto, tan bien, que no vuelva ni para verla a ella... Ni de lejos.
La estación estaba tan callada que ni las personas a su alrededor se escuchaban. Estaban solos, rodeados de los reflejos de aquellos que nunca ven ni son vistos.
- Te propongo un pacto entonces - dijo Mandinga- Yo te aseguro y logro que vuelvas y que la veas una última vez. A cambio, vos me das tu alma.
El joven observó detenidamente al viejito con su boina.
- ¿Sos el diablo? - preguntó.
- Sí.
- Pensé que no existías.
- Todo existe. En el momento correcto... Hoy, por ejemplo, existo. ¿Qué decís?
- Que no estoy seguro de querer perder el alma que hasta hace dos segundos no creía tener. Tampoco me parece un trato justo.
- No es tan grave - dijo Mandinga acomodando sus manos en el bastón- Es como perder la sombra... sólo que es más difícil conseguir una nueva.
- Ya perdí una sombra. Y no fue muy bueno. Tampoco quiero estar seguro de que volveré. Me volvería loco esperando eso. No quiero estar seguro de nada. Mejor dejémoslo al azar.
- El azar hoy no existe.
- ¿Entonces qué? - exclamó el joven- ¿Hay un destino y todo eso? ¿Qué sentido tiene el pacto, si todo está ya escrito?
- ¿Escrito? - rió Mandinga- Sos libre, pibe. Está en vos hacer o no hacer el pacto. Pero tu azar se limita en confiar si estoy diciéndote la verdad o no.
- Prefiero no hacer ni saber nada entonces, gracias - contesta.
Y jugadas sus cartas, Mandinga se aleja a paso lento. Un paso y bastón a la vez. Los reflejos comenzaban a ser personas disfrazadas de personas apuradas por tomar un micro.
- Capaz un día de estos sí exista el azar - dijo el joven a sus espaldas.
- Capaz - repitió Mandinga, y siguió caminando victorioso- Aunque sabés bien que ese día podría mentirte.
- Sí... Ya sé.