sábado, 16 de mayo de 2015

Los que habitan las sillas vacías

Los vemos constantemente. En nuestras casas, en las salas de espera, en las plazas, en las escuelas, en los colectivos, en las fiestas, en las bibliotecas, en las pizzerias, en las estaciones de tren. Mi mamá una vez me habló de los que habitan las sillas vacías. Me dijo que ella, cada vez que se sienta en alguna silla, le agradece al aire, porque sabe que alguien le está cediendo el lugar. Me dijo que no le crea a nadie que me diga que son fantasmas. Que no le crea a nadie que me diga que los fantasmas no existen, ni que tampoco la soledad.
Los vi. Creo que nadie no los vio nunca. Y me entristecen mucho estos seres, así de solos, así de inexistentes, que se sientan en sillas para ser algo, para no desaparecer. Cumplir la fantasía de ser.
A lo mejor se sientan a esperar.
A lo mejor se sientan a llorar un poco.

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