sábado, 14 de marzo de 2015

El miedo a lo oscuro del parpadeo

Una vez me dijeron, o leí que me dijeron, que las nubes que pasan lento por el cielo naranja son aquellas que se perdieron después de una tormenta. No sé si eso tiene algo que ver con nada, con algo, pero de alguna forma las palabras comenzaron a escribirse. Aunque no las escriba, siguen escribiéndose en un plano invisible, como un tatuaje del otro lado de la piel. Porque es una mentira que escritor es el que escribe. Mentira que lector es el que lee. Mentira que poeta es el que siente. Mentira que mentiroso es el que miente.
Me temo que cada vez (me) entiendo menos, cada vez menos (me) sé . 
- ¿O es que temés que te guste?
- No sé.
Atrás de la pared del armario donde guardo mis yo muertos y mis chistes viejos, hay otra mano que sostiene un rosario roto, hay otra mano que toca la piel de hueso. A veces la escucho crujir, gruñir, como las calesitas de barrios olvidados acá a la vuelta. Pero ya le temo a tantas cosas que por reales que sean todos los dedos y los huesos, no les temo. (Mentira.)
- Encontré en el cordón de la vereda un papel con una lista de cosas que hacer para la Navidad pasada. Lo primero es estrenar algo naranja. Después dejar una silla vacía y comida servida frente a ella, como si alguien fuera a llegar en cualquier momento. Dice que hay que buscar por todos lados, por los cajones, armarios, debajo de la cama, pero no dice qué buscar. Dice que hay que cenar después de la 00:00. Y comer mandarina de postre.
- Quien realmente haya hecho eso, tiene mucho miedo.
- ¿A qué?
- No sé. A la muerte, a lo oscuro del parpadeo. A que nadie ocupe la silla, o a no encontrar nada debajo de la cama. 
- Lo bueno de los miedos, es que muchos no son racionales. 
- ¿De dónde dijiste que lo sacaste al papel?
- Lo encontré en la calle.
- ¿Me lo regalás?

No sé si todo eso tiene que ver con nada, con algo.
Mentira. Sí, sé.
Mentira que poeta es el que miente. Mentira que mentiroso es el que escribe.
Mentira. No, sé.
No sé.
Pero allá vuelve la tormenta, al final de la calle, a buscar las nubes que olvidó.

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