martes, 28 de octubre de 2014

De donde vienen las sombras

La construcción de un otro siempre será secreta. Como secreto de espejos, sucedemos en los momentos en que nadie nos ve, y ahí es cuando morimos un poco. Angustia en el desgarro del otro lado de la piel, del otro lado de la carne y de los ojos. En cada rincón sucede el terremoto, y la sangre de la vida que nace detrás del hueso nos llena. Nos ahoga. 
La sangre nos está ahogando. 
La sangre nos está ahogando. 
La sangre nos está ahogando. 
Nos está ahogando. 
La sangre nos está ahogando y no es la nuestra. No. Es del otro que nace cuando nuestra sangre ya prefiere no ser sangre, y ser fuego. Y los huecos de la Muerte prefieren pasarnos de largo para que nos ahoguemos un poco más.
La sangre se drena por algún suspirar, y veces sucede que nos ahogamos de suspiros también. Pero el otro no nacerá en nosotros. No podemos morir enteros. El creador de los espejos nos ha robado ese derecho. Los únicos que mueren, son los vivos. Los únicos que nacen, son lo muertos. Y nacen sin cesar, de algún lado del espejo, aquel en el que nosotros no estamos. Susurré que estamos en el medio. El cristal nos parte al medio, y aun así, no nos desfigura. En ese segundo, la sombra es la que se alarga en paralelo, porque es la única que comprende la maquinaria del espejo que siempre será secreta.
El mundo podría caber en esa línea de cristal.

Escribir esto es inútil.
Mi mayor pecado es decir esto con el mayor sentido literal. Un libro me grita que hay metáforas más reales que las personas que pasan por la calle.

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