sábado, 4 de octubre de 2014

Un pacto fáustico (II)

Mandinga se escurrió por uno de los inodoros del baño de la estación. Se acercó, transformado en un viejito con boina roja y bastón, a un joven que esperaba algún micro con valijas en los pies y cara triste. Se sentó a su lado.
- Todas las sombras pueden alcanzarte, pibe - dijo- Lo que hacés es tonto.
- Sí. Ya sé. Pero la Ciudad se me construye enorme a cada paso, no puedo quedarme. Todo me dice que huya.
- ¿Y qué le tenés miedo?
- A no volver. Temo convencerme tanto, tan bien, que no vuelva ni para verla a ella... Ni de lejos.
La estación estaba tan callada que ni las personas a su alrededor se escuchaban. Estaban solos, rodeados de los reflejos de aquellos que nunca ven ni son vistos.
- Te propongo un pacto entonces - dijo Mandinga- Yo te aseguro y logro que vuelvas y que la veas una última vez. A cambio, vos me das tu alma.
El joven observó detenidamente al viejito con su boina.
- ¿Sos el diablo? - preguntó.
- Sí.
- Pensé que no existías.
- Todo existe. En el momento correcto... Hoy, por ejemplo, existo. ¿Qué decís?
- Que no estoy seguro de querer perder el alma que hasta hace dos segundos no creía tener. Tampoco me parece un trato justo.
- No es tan grave - dijo Mandinga acomodando sus manos en el bastón- Es como perder la sombra... sólo que es más difícil conseguir una nueva.
- Ya perdí una sombra. Y no fue muy bueno. Tampoco quiero estar seguro de que volveré. Me volvería loco esperando eso. No quiero estar seguro de nada. Mejor dejémoslo al azar.
- El azar hoy no existe.
- ¿Entonces qué? - exclamó el joven- ¿Hay un destino y todo eso? ¿Qué sentido tiene el pacto, si todo está ya escrito?
- ¿Escrito? - rió Mandinga- Sos libre, pibe. Está en vos hacer o no hacer el pacto. Pero tu azar se limita en confiar si estoy diciéndote la verdad o no.
- Prefiero no hacer ni saber nada entonces, gracias - contesta.
Y jugadas sus cartas, Mandinga se aleja a paso lento. Un paso y bastón a la vez. Los reflejos comenzaban a ser personas disfrazadas de personas apuradas por tomar un micro.
- Capaz un día de estos sí exista el azar - dijo el joven a sus espaldas.
- Capaz - repitió Mandinga, y siguió caminando victorioso- Aunque sabés bien que ese día podría mentirte.
- Sí... Ya sé.

No hay comentarios:

Publicar un comentario