lunes, 6 de enero de 2014

Masquerade

Hide your face, so the world will never find you.
F. de la O.


Ocurre que mi casa a veces me asusta. Demasiado grande para tanto vacío y silencio, repleta de puertas, y rincones, y escaleras, y ventanas, y sombras tatuadas en la pared, y espejos, y sillas vacías, y libros sin leer, y muñecos fríos en la repisa, y cafeteras sin café, y... y... ¡Aaaaah! Todo me provoca gritar. Pero no lo hago. Últimamente, siento un suspirar en las paredes que no son los ronquidos de papá. Ya ni digo secretos al aire porque temo que esta vez, realmente los escuche alguien. Y los sillones me claman terror, y debajo de la cama mis monstruos también se ocultan.
Tantas puertas, trampas, tanto suspirar, me hace pensar que Erik está detrás de todo esto. Detrás de las paredes, escuchando y susurrando. Erik... U otro ángel que no es el de la música sino de algo más peligroso incluso. Anoche soñé otra vez que no era yo. Era un ser igual a mí, y me escondía detrás de los árboles o en los callejones oscuros de la Ciudad. Alguien me perseguía: un hombre alto con anteojos rectangulares y pelo como de escoba y que usaba, para escuchar mejor, uno de esos aparatos similares a flores metálicas por donde sale el sonido en los reproductores de vinilos antiguos. No tenía miedo. Me sentía triste. Recuerdo perfectamente una única frase que le susurré a ese sujeto: "Ya no quiero esconderme".
¿Soy yo el que se esconde del otro lado de las paredes? ¿Mi yo fantasma que me observa soñarlo? ¿Soñarme...? Erik está cansado de esconderse. ¿Por qué nadie lo comprendía en la Ópera? Ni siquiera al final, pudo escaparse de la máscara. Él está ahí, mi yo fantasma, del otro lado del espejo, como en un mundo paralelo al mío. O tal vez no. Puede que sea mi mundo el que está del otro lado del espejo, de la pared... Y lo está. Puede que sea yo el que está escuchando y viendo del otro lado... Y lo estoy. Puedo yo ser el fantasma. Entonces este rostro mío no es más que una máscara, una copia de mi rostro, una máscara transparente que no sede sin sangrar. Y sangrará, a menos que yo me detenga desde el otro lado. Y no lo haré, porque sé que espero que yo haga lo mismo. Tomo el cuchillo. Yo también.
¿Quién sangrará primero? ¿Quién sangrará más? ¿Quién esconde su rostro verdadero debajo de la carne? ¿Quién se detendrá antes de los nervios? ¿Quién tocará el hueso? ¿Quién sabrá cuánto puede cortar un cuchillo en verdad? ¿Quién se librará finalmente de la máscara?

Yo no.

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