miércoles, 18 de diciembre de 2013

El llavero de papá

A veces los sueños se te escapan accidentalmente, como esa hoja de árbol colorado que se acaba de caer de la libreta y comenzó a huir con el viento, como si fueran uno, como si se amaran y yo fuera el esposo celoso que le saca el corazón al viento y se lo entrega a la hoja de árbol en una copa de oro.
Los sueños se pueden escapar, muchas veces sin que lo notes. Son como los Houdinis del subconsciente, imposible aprisionarlos. Tienen las llaves de todas las cerraduras, acumuladas en un llavero infinito (parecido al de papá). Los sueños pueden abrir todas nuestras puertas, también las que no conocemos, como esa por la que Alicia entró arrastrándose. Entre todas las llaves, hay una chiquita, muy chiquita (tal vez de una chiquitez preocupante), que se llama Felicidad. Algunos la confunden con la del Amor, y a veces son la misma, pero otras veces la llave del Amor no existe, o se rompió en algún segundo de vida, y es un quilombo conseguir un buen cerrajero de sueños hoy en día. La mayoría se mudó a España con la crisis del 2001, otros un poco más clandestinos se emborrachan en el bar de gitanos con vodka de España (que, a decir verdad, no es muy bueno), y no vas a querer que un cerrajero borracho que no sabe elegir con qué emborracharse se acerque a las llaves, y menos a esa del Amor. No saben diferenciarla de la llave oscura de la Soledad, o la cabezona de los Celos, que muchas personas confunden con la de la Estupidez, pero en general es la misma.
Así los sueños se escapan. Sin que los notes, por alguna puerta de esos rincones sin luz, y cierran detrás de sí para que nunca entres a menos que ellos quieran. Sin que lo notes, un día, dejás de soñarlos. Dejás de insistir. No te das cuenta enseguida. Se fueron. Un poco triste dejar de soñar, aunque la tediosa tendencia de soñarlos en vano es peor. Me gusta pensar que cuando uno se va, deja espacio para otro.
Todavía no decido si eso es bueno o malo. Ese es el peligro de cerrar los ojos y abrirlos adentro. No sabés si es sueño o pesadilla hasta el final. Hasta esa imposible última esquina del laberinto. Hasta que ya es demasiado tarde, y te despertás con un grito.



* Alguna verdad: Una vez soñé que me encontraba a mí mismo en un tren. Vendía libros viejos, y me caí mal.

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