viernes, 13 de diciembre de 2013

"El laberinto es un temor y una esperanza. Es un temor porque estamos perdidos y una esperanza porque hay una salida."

En la inocencia de unos ojitos un poco tristes, un poco dulces, vuelvo a perderme, descaminando ese laberinto tan familiar como indescifrable. 
La salida existe. No puede no existir. Pero no la encontré nunca. Es como esa puerta que todos conocemos dentro y no descubrimos la llave. Tiene muchos nombres. La mía prefiere no llamarse.
Como nunca encuentro la salida, simplemente muero. Muero. Un poco por lo menos. Muero, veo una luz y corro hacía ella. Generalmente despierto en el rincón de un bar lleno de gitanos, o en la orilla del mar con su lengua cacheteandome la cara, o con mi mamá diciéndome que está la comida, o en la cama de alguna que, a veces, se le parece. Una vez, solo una, desperté en la suya. Realmente, era la suya. Ocupada por su cuerpo, su olor a desnuda, su pelo que me vestía, su sombra que me abrazaba. Esa vez quería perderme, como a veces todos queremos. Perderse es común. El tema está en encontrar la salida.
Yo nunca la encontré. La salida existe. Seguro. Pero creo que prefiero morir siempre un poco. Perderme y morir. Morir y despertar. ¿Dónde? No lo sé...
Espero sorprenderme un día. O no despertar.

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